Por Adrián M., Asistente Comercial en Gloves and Tie.
Hace menos de seis meses, jamás habría imaginado que escribiría estas líneas como parte de una firma inmobiliaria de alto standing. Me llamo Adrián, tengo 19 años y vengo de un barrio humilde en las afueras de Barcelona. No tenía una dirección clara en la vida. Estudiaba a medias, hacía algún encargo por Wallapop para sacarme unos euros y pasaba el tiempo con amigos sin mucha expectativa de futuro.
Fue precisamente en Wallapop donde vi, por casualidad, una publicación que no parecía un anuncio cualquiera: una imagen elegante, un texto sobrio, y una frase que me marcó: “Buscamos elegancia, lealtad y hambre de superación.”
Decidí escribir. No sabía bien lo que hacía, pero esa estética, esa disciplina... me atrajo profundamente. Me citaron para una entrevista.
El proceso de selección fue exigente. No tanto en títulos ni experiencia, sino en actitud, presencia, predisposición. Me hicieron preguntas que me obligaron a reflexionar sobre mi carácter, sobre la obediencia, la discreción, la disponibilidad. Por primera vez, alguien veía en mí un potencial que no se medía por mis antecedentes, sino por lo que estaba dispuesto a entregar.
Una semana más tarde, recibí la llamada: había sido aceptado. El mismo día, me llevaron al sastre. Fue la primera vez que me midieron para un traje. Camisa azul claro, corbata negra, americana entallada y, por supuesto, el elemento distintivo: los guantes de cuero negro. Recuerdo que al principio me costó sentirme cómodo con tanta formalidad. Pero a la vez, era como si una parte de mí se revelara al fin.
Los primeros días fueron intensos: observar, aprender, no destacar, pero estar siempre presente. Entendí que el secreto de esta firma no está en las palabras, sino en los gestos, en el silencio, en la presencia impecable. Aquí, el respeto se gana en cada detalle.
Hoy me encuentro reuniéndome con clientes que jamás imaginé conocer. Acompaño a ejecutivos, herederos, inversores... y lo hago con naturalidad, con porte y disciplina. A veces me detengo a mirar mis manos enguantadas sirviendo una copa de vino a un cliente que acaba de cerrar una operación millonaria. Y sonrío. Porque ahora sé que pertenezco a algo más grande.
Gloves and Tie no solo me ha dado trabajo. Me ha dado propósito, una estética, una ética... y, sobre todo, una identidad.
Por Marcos B., ejecutivo comercial
06:00 – Despertar con propósito
Me despierto cada mañana a las seis en punto, sin necesidad de alarma. Es una rutina que he adoptado desde que comencé en Gloves and Tie, donde la disciplina y la excelencia personal no son solo valores de empresa, sino también estilo de vida. Me ducho con agua fría, me afeito con precisión y cuido mi cabello con esmero: siempre hacia atrás, pulcro, perfecto. Tras vestirme con la camisa blanca almidonada, la corbata perfectamente anudada y el traje oscuro impecable, me coloco mis guantes de cuero negro, símbolo de la casa y recordatorio diario de la pulcritud y el respeto que debo transmitir.
07:00 – Preparación mental y física
Tomo un desayuno ligero pero nutritivo, leo durante veinte minutos (normalmente ensayo político o filosofía conservadora clásica) y salgo a caminar unos quince minutos para oxigenarme. Ya en casa, repaso los dosieres del día. Cada visita requiere una preparación meticulosa, porque aquí no improvisamos: cada cliente espera perfección, y nosotros se la damos.
08:00 – Llegada a la oficina
Nuestra sede es una extensión física de nuestros valores: sobriedad, elegancia, precisión. Al llegar, saludo a mis compañeros —siempre de pie, con la mano enguantada y una sonrisa comedida— y me siento en mi puesto. Desde ese momento, estoy en modo impecable. Ni una palabra fuera de tono, ni una postura desalineada. Abrimos la jornada con un breve repaso conjunto, supervisado por dirección, donde se marcan las prioridades del día.
09:00 – Primera reunión con cliente
Mi primer cliente es un empresario francés interesado en una finca de 12 millones en la zona alta de Barcelona. Me desplazo en uno de nuestros vehículos corporativos (interiores de cuero negro, siempre limpios, siempre preparados) y, durante el trayecto, repaso mentalmente el perfil del cliente, su historial, sus gustos. Lo recibo con deferencia, sin excesos, y conduzco la visita con serenidad, sin vender: simplemente guiando. En nuestra empresa no forzamos; dejamos que la excelencia hable por sí sola.
11:00 – Seguimiento personalizado
De regreso en oficina, elaboro un informe de seguimiento. No se trata solo de datos; es un documento en el que queda constancia del tono emocional del encuentro, las microexpresiones del cliente, su lenguaje no verbal. Nuestro CRM incluye elementos cualitativos que rara vez se ven en el sector, pero aquí marcan la diferencia.
12:30 – Almuerzo sobrio, pero impecable
Almorzamos en el club privado del Paseo de Gracia. Nada ruidoso, nada popular: todo en silencio, todo pulido. Comparto mesa con otros dos compañeros, con los que intercambiamos impresiones sobre clientes, nuevas fincas, o leemos prensa económica. Nada de redes sociales, nada de banalidades.
14:00 – Preparación de dossier para cartera internacional
La tarde empieza con la preparación de un informe de finca para un family office de Dubái. El nivel de detalle que nos exige dirección es absoluto. Desde las líneas arquitectónicas del inmueble hasta el ángulo de entrada de la luz por la mañana. Todo debe estar redactado con precisión y belleza. En este trabajo, las palabras importan tanto como la imagen.
16:00 – Visita privada a finca en Vallvidrera
Acompaño a otro ejecutivo a una visita doble. Uno de nuestros valores es el aprendizaje continuo, y cuando un compañero con más experiencia tiene una presentación compleja, los más jóvenes vamos con él. Observamos, aprendemos, anotamos. Nunca se deja de mejorar, y esa exigencia es parte de nuestra moral interna.
18:00 – Cierre de jornada operativa
De regreso en la oficina, cerramos tareas, ordenamos el espacio y escribimos el reporte final del día. La estética del orden es también una estética moral: el caos es impresentable. Un espacio limpio y estructurado es reflejo de una mente disciplinada.
19:00 – Networking y fidelización informal
Algunos días —como hoy— asisto a una cena informal con un cliente consolidado. Nada queda al azar: el restaurante, el lugar en la mesa, el tono de voz, el tipo de conversación. Nuestros guantes siguen puestos en todo momento. En Gloves and Tie, incluso el ocio es una extensión del trabajo, y la fidelización surge de la coherencia total entre lo que somos y lo que proyectamos.
22:00 – Regreso y reflexión
De vuelta a casa, limpio mis guantes, dejo preparado el traje del día siguiente, leo unas páginas más y escribo un párrafo en mi diario personal: una costumbre que nos inculcaron en el proceso de integración. Aquí no solo vendemos lujo: cultivamos carácter.
23:00 – Descanso del guerrero
Me acuesto con la tranquilidad de haber cumplido con mi deber. En esta empresa, uno no trabaja: uno representa. Y eso, para mí, es mucho más que un empleo. Es un honor..
Tenía 22 años, vivía en el barrio de Gràcia y cursaba un ciclo formativo de grado superior en Administración. Nunca había tenido un trabajo estable, más allá de echar alguna mano en la tienda de mis tíos o entregar flyers por el centro de Barcelona. Fue entonces cuando vi una oferta que me llamó poderosamente la atención. El título decía:
“Asistentes de Marca para firma inmobiliaria de lujo. Elegancia, presencia y vocación de servicio.”
Nunca había oído hablar de Gloves and Tie, pero algo me intrigó. Entré en su página web y lo primero que me impactó fue su estética: hombres impecablemente vestidos, un logo elegante y una filosofía clara. Parecía más una casa de alta costura que una agencia inmobiliaria. Aun así, envié mi currículum. No tenía experiencia en el sector inmobiliario, pero sí actitud y muchas ganas de crecer.
El primer impacto: el despacho, la entrevista, la presencia
La primera entrevista fue en su sede de la Avenida Diagonal. Nada más entrar, comprendí que aquello no era una empresa convencional. Todo olía a orden, precisión, elegancia. Me recibió un joven llamado Marcos Berlanga, el fundador, y desde el primer apretón de manos supe que esta empresa tenía un alma muy clara: respeto, pulcritud, y excelencia. Llevaba un traje de tres piezas perfectamente entallado, el pelo engominado hacia atrás como si nada pudiera sacarlo de su sitio, y unos guantes negros de cuero. Elegancia pura. Me explicó que los guantes eran parte de su código estético, una extensión simbólica de la deferencia hacia el cliente y el respeto por los espacios que visitamos.
La visita al sastre: sentirme parte de algo superior
Al tercer día me llamaron para decirme que había sido seleccionado. Lo primero que hicieron fue concertarme una visita con un sastre en el Eixample. No había pisado un sastre en mi vida. Me tomaron medidas, me enseñaron tejidos italianos, me hablaron de cortes, hombreras, forros... y salí de allí sabiendo que estaba a punto de convertirme en una nueva versión de mí mismo. Me sentí importante. Al recibir mi traje, camisa, corbata y mis primeros guantes negros de cuero (con tres líneas verticales en el dorso, como dicta el reglamento interno), supe que no solo me vestía con ropa: me revestía de responsabilidad, de pertenencia.
Los primeros días: los guantes y el aprendizaje
Trabajar con guantes fue extraño los primeros minutos. Al principio te preguntas si parecerás artificial, o si molestará a alguien. Pero en cuanto lo interiorizas, entiendes que los guantes no son un accesorio: son un manifiesto. Son tu barrera simbólica entre el caos del mundo y el universo de excelencia que representamos. Nos entrenan para llevarlos con naturalidad, incluso al usar el móvil o tomar un café.
Mi función como asistente de marca es apoyar a los asesores comerciales, preparar visitas, acompañarlos a reuniones, recibir a los clientes VIP y asegurarme de que su experiencia sea perfecta. Muchas veces nos piden cosas fuera de lo habitual: desde conseguir un coche con chófer para un cliente de Ginebra hasta buscar un restaurante íntimo en la Costa Brava para una cena privada. Y ahí estamos. Siempre.
Vivir para servir: más allá del horario
Una vez, un sábado por la noche, recibí un mensaje de uno de los asesores. Uno de sus clientes rusos había alargado su estancia en Barcelona y quería que alguien le acompañara a visitar Montserrat al día siguiente. A las 9:00h del domingo ya estábamos en camino, en un Range Rover que preparé a última hora con ayuda de uno de mis compañeros. Hicimos la excursión, hablamos de arquitectura, naturaleza y tradición. Terminamos en una comida en un restaurante con vistas, brindando con cava. Aquel cliente nos recomendó después a otros dos amigos suyos.
¿Estaba fuera de mi horario? Técnicamente sí. ¿Lo haría otra vez? Sin dudarlo.
Conclusión: esta empresa cambió mi visión del trabajo
En Gloves and Tie no somos trabajadores al uso. Somos parte de un ritual, de una forma de entender la vida, los negocios y el trato humano. Aquí he aprendido que la estética no es superficial: es una declaración de intenciones. Que servir con elegancia no es servilismo, sino grandeza. Y que cuando das más de lo que se espera, lo que recibes es incomparable.
Hoy miro hacia atrás y me reconozco apenas. He madurado, he crecido, me he transformado. Y todo empezó con una oferta que parecía demasiado bonita para ser verdad. Pero lo era.
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